Cuando el cuerpo dice no - Reseña crítica - Gabor Maté
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Cuando el cuerpo dice no - reseña crítica

Cuando el cuerpo dice no Reseña crítica Comienza tu prueba gratuita
Espiritualidad y mindfulness

Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: When the body says no

Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.

ISBN: 9788484458296

Editorial: Gaia

Reseña crítica

¿Alguna vez te has preguntado cómo tus emociones pueden influir en tu salud física? En "Cuando el cuerpo dice no: La conexión entre el estrés y la enfermedad", el Dr. Gabor Maté explora a fondo esta fascinante relación. A través de conmovedores casos clínicos y rigurosa investigación científica, Maté revela cómo el estrés crónico y los traumas pueden impactar nuestra salud de formas inesperadas. 

Este libro desafía las concepciones convencionales de la medicina y ofrece un nuevo enfoque para comprender y abordar nuestras dolencias. ¿Estás preparado para descubrir el poder transformador de comprender la conexión entre tu mente y tu cuerpo? Sumérgete en "Cuando el cuerpo dice no" y comienza tu viaje hacia una salud integral.

El estrés

La aproximación médica a la salud y la enfermedad sigue presuponiendo que el cuerpo y la mente son separables el uno del otro y del medio en el que ambos existen. La definición estrecha y simplista del estrés forma parte de ese error. 

El pensamiento médico suele relacionar el estrés con acontecimientos perturbadores pero aislados, tales como la repentina pérdida de empleo, una ruptura matrimonial o la muerte de un ser querido. 

Estos importantes acontecimientos son una potente fuente de estrés para muchos, pero existen formas de estrés crónico cotidiano que resultan más insidiosas y dañinas en sus consecuencias biológicas a largo plazo. 

El estrés generado internamente ejerce su influencia de manera aparentemente nada extraordinaria. Para aquellas personas habituadas a altos niveles de estrés interno desde la primera infancia, es la falta de estrés la que crea malestar, evocando aburrimiento y una sensación de inutilidad. 

Existen personas que se vuelven adictas a sus propias hormonas de estrés, a la adrenalina y el cortisol, y a tales personas el estrés les resulta deseable, mientras su ausencia supone algo a evitar. 

Cuando la gente dice estar estresada, suele referirse a la agitación nerviosa que experimentan cuando se enfrentan a exigencias excesivas, especialmente en el ámbito del trabajo, la familia, las relaciones, la economía o la salud.

Sin embargo, no son las sensaciones de tensión nerviosa las que definen al estrés; tampoco, en sentido estricto, son percibidas siempre como estrés. 

El estrés no es una cuestión de sensaciones subjetivas, sino una serie medible de acontecimientos fisiológicos objetivos protagonizados por el cerebro, el aparato hormonal, el sistema inmunitario y muchos otros órganos. 

Tanto los animales como las personas podemos experimentar estrés sin ser conscientes de su presencia. El estrés no es una simple tensión nerviosa, las reacciones de estrés se dan en otros animales, e incluso en plantas, carentes de sistema nervioso.

Los efectos del estrés pueden darse de manera significativa en personas que están plenamente despiertas pero que atraviesan emociones inconscientes o están aisladas de su capacidad de respuesta corporal. La fisiología del estrés puede producirse sin efectos observables sobre el comportamiento y sin conciencia subjetiva.

El estrés es un proceso biológico, una serie muy variada de acontecimientos producidos en el cuerpo, independientemente de la causa o la conciencia subjetiva de la persona. El estrés consiste en alteraciones internas, visibles o no, que se producen cuando el organismo percibe una amenaza a su existencia o bienestar. 

Puede producirse a partir de daños físicos y también por un trauma emocional o la simple amenaza de dicho trauma, aunque sea puramente imaginario. Las respuestas fisiológicas del estrés pueden aparecer cuando la amenaza se encuentra fuera de nuestro conocimiento consciente o incluso cuando el individuo cree estar estresado de una manera “buena”.

La experiencia del estrés tiene tres componentes. El primero es el acontecimiento físico o emocional que el organismo interpreta como una amenaza. Se trata del estímulo del estrés, también llamado estresor. 

El segundo elemento es el sistema de procesamiento que experimenta e interpreta el significado del estresor. En el caso de los seres humanos, se trata del sistema nervioso; en particular, el cerebro.

El componente final es la respuesta al estrés, que consiste en los varios ajustes fisiológicos y de comportamiento adoptados como reacción a la amenaza percibida.

Interacción del estrés con el cuerpo y la mente

Igual de importantes son la personalidad y el estado psicológico particular del individuo sobre el que actúa el estresor. No existe una relación uniforme y universal entre un estresor y su respuesta. Cada tipo de acontecimiento estresante es singular y se experimenta en el presente, pero también tiene relaciones con el pasado.

La intensidad de la experiencia estresante y sus consecuencias a largo plazo dependen de muchos factores, propios de cada individuo. Lo que define al estrés para cada uno de nosotros es una cuestión de disposición personal y, más aún, de historia personal. 

La biología del estrés afecta predominantemente a tres tipos de tejidos u órganos corporales: en el sistema hormonal se producen cambios en las glándulas suprarrenales; en el sistema inmunitario, el estrés afecta al bazo, el timo y las glándulas linfáticas; por último, se producen alteraciones también en el revestimiento intestinal del sistema digestivo. 

Todos estos efectos están generados por las vías del sistema nervioso central y las hormonas. En el cuerpo existen muchas hormonas y sustancias químicas que afectan al funcionamiento de los órganos, los tejidos y las células, y cuando un órgano segrega una de estas sustancias para influir sobre el funcionamiento de otro, recibe el nombre de hormona endocrina.

Al percibir una amenaza, el hipotálamo, localizado en el tronco cerebral, libera la hormona liberadora de corticotropina (CRH), que recorre una corta distancia hasta la pituitaria, una pequeña glándula endocrina alojada en los huesos de la base del cráneo. Estimulada por el CRH, la glándula pituitaria libera la hormona adrenocorticotropa (ACTH).

La ACTH viaja entonces por la sangre hasta las glándulas suprarrenales, unos pequeños órganos que se ocultan en el tejido graso situado en la parte superior de los riñones. Allí la ACTH actúa sobre la corteza suprarrenal, una capa fina de tejido que funciona como glándula endocrina. 

Estimulada por la ACTH, esta glándula segrega entonces las hormonas corticoides, y el cortisol actúa sobre casi todos los tejidos del cuerpo de una manera o de otra, desde el cerebro hasta el sistema inmunitario, los huesos o los intestinos. Se trata de una parte importante del infinitamente complejo sistema de controles y equilibrios fisiológicos mediante los cuales el cuerpo arma una respuesta a las amenazas. 

El efecto inmediato del cortisol es la moderación de la reacción del estrés; reduce la actividad inmunitaria para mantenerla dentro de unos límites seguros. El nexo funcional creado por el hipotálamo, la glándula pituitaria o hipófisis y las glándulas suprarrenales recibe el nombre de eje HHA. Se trata del epicentro del mecanismo del estrés del cuerpo y está implicado en muchas de las enfermedades crónicas.

Dado que el hipotálamo mantiene una comunicación de ida y vuelta con los centros del cerebro que procesan las emociones, es a través del eje HHA como estas ejercen sus efectos más directos sobre el sistema inmunitario y otros órganos. 

La tríada basada en el agrandamiento de la glándulas suprarrenales, el encogimiento del tejido linfoide y las ulceraciones intestinales se debe, pues, al efecto intensificador de la ACTH sobre las glándulas suprarrenales, al efecto inhibidor del cortisol sobre el sistema inmunitario y al efecto ulcerante del cortisol sobre los intestinos. 

Muchas personas a las que se les recetan fármacos parecidos al cortisol para tratar enfermedades corren riesgo de sufrir sangrado intestinal y es posible que necesiten tomar otros medicamentos para proteger el revestimiento del intestino. 

Debemos establecer una respuesta al estrés para preservar la estabilidad interna. La respuesta al estrés no es específica y puede darse ante cualquier tipo de ataque o cualquier percepción de ataque o amenaza, consciente o inconsciente. 

La amenaza provoca una desestabilización de la homeostasis del cuerpo, que es la variedad relativamente estrecha de condiciones fisiológicas dentro de las cuales el organismo puede sobrevivir y operar. Para facilitar la reacción de lucha o huida, la sangre debe trasladarse de los órganos internos a los músculos, y el corazón debe bombear más rápidamente. 

El cerebro, por su parte, debe centrarse en la amenaza y olvidar el hambre o el deseo sexual. Deben movilizarse las reservas de energía en forma de moléculas de azúcar y las células inmunitarias deben activarse. Los encargados de llevar a cabo dichas tareas son la adrenalina, el cortisol y otras sustancias relacionadas con el estrés.

Relaciones sociales

Un reciente estudio australiano señaló la importancia de las relaciones sociales positivas a la hora de regular el estrés. Para ello se entrevistó a 514 mujeres que requerían biopsias mamarias. A algo menos de la mitad de estas mujeres se les diagnosticó cáncer posteriormente, y a las restantes tumores benignos.

Los resultados revelaron una significativa interacción entre estresores altamente amenazadores y el apoyo social. Las mujeres que experimentaban un estresor objetivamente calificado como altamente amenazador y que carecían de un íntimo apoyo emocional social tenían un riesgo nueve veces mayor de desarrollar carcinoma de mama.

El funcionamiento fisiológico de los seres humanos es inseparable, incluso en teoría, y no digamos ya en la práctica, de las conexiones emocionales y sociales que nos ayudan a seguir adelante. Un estudio de seguimiento llevado a cabo a lo largo de diecisiete años entre residentes del condado de Alameda, en California, analizó las posibles relaciones entre el apoyo social o falta del mismo y el desarrollo del cáncer. 

Ninguno de los adultos estudiados tenía cáncer al principio de este estudio prospectivo. El factor de riesgo más importante para las mujeres resultó ser el aislamiento social; no solo estar aisladas, sino también sentirse aisladas. Dado el efecto de las emociones sobre la regulación hormonal, no es improbable que el aislamiento pueda tener un efecto estimulador sobre el desarrollo de esta serie de cánceres.

Los investigadores agruparon los cánceres de mama, de ovario y de útero como enfermedades relacionadas con las hormonas. No todos nos parecemos en la manera en que nos afectan fisiológicamente los estresores sociales e interpersonales u otras presiones externas. 

Además del temperamento innato, ¿cuál es la causa de estas diferencias individuales? Un factor clave es el desarrollo emocional. A cualquier edad, nuestras respuestas a estresores potenciales están profundamente influidas por el grado en que nuestro funcionamiento emocional siga dominado por nuestras necesidades de apego, temores y ansiedades.

El poder del pensamiento negativo

Si bien la humildad científica es bienvenida, un modelo de enfermedad de causa-efecto es en sí mismo un acercamiento equivocado. Es incapaz de reflejar plenamente de qué manera la salud se convierte en enfermedad y cómo la enfermedad puede revertir hacia la salud. 

Puede que sea más fácil (y económicamente más satisfactorio) estudiar causas aisladas como los microbios y los genes, pero mientras sigamos ignorando una perspectiva más amplia, las enfermedades siempre presentarán una etiología desconocida. Una búsqueda donde brilla la luz no nos dará la llave de la salud; debemos mirar dentro, donde está oscuro y nebuloso. 

Ninguna enfermedad tiene una única causa. Incluso en los casos en que pueden identificarse ciertos riesgos significativos, como la herencia biológica en ciertas enfermedades autoinmunes o el tabaquismo en el cáncer de pulmón, estas vulnerabilidades no existen de manera aislada. 

Tampoco la personalidad provoca la enfermedad por sí sola: uno no desarrolla cáncer simplemente por reprimir la ira, o ELA por ser demasiado amable. Un modelo de sistemas asume que son muchos los procesos y factores que trabajan juntos en la formación de enfermedades o la creación de salud. 

La biología individual refleja la historia de un organismo humano en su interacción con el entorno a lo largo de su vida, un intercambio continuo de energía en la que los factores psicológicos y sociales son tan vitales como los físicos. La curación consiste en buscar el equilibrio y la armonía. 

En cuanto asociamos la palabra pensamiento con el adjetivo positivo, excluimos aquellas partes de la realidad que nos resultan negativas. 

Desarrollar el coraje para pensar negativamente nos permite vernos como realmente somos. Existe una extraordinaria concordancia entre los estilos de afrontamiento de las personas que hemos tratado, al margen de sus distintas enfermedades: la represión de ira, la negación de la vulnerabilidad, la «hiper independencia compensatoria». Nadie escoge estos rasgos deliberadamente ni los desarrolla conscientemente. 

El pensamiento negativo nos ayuda a entender las consecuencias exactas de nuestras vidas y cómo estos rasgos fueron moldeados por nuestras percepciones del entorno. Las relaciones familiares emocionalmente agotadoras han sido identificadas como factores de riesgo en prácticamente todas las categorías de enfermedades graves, desde afecciones neurológicas degenerativas hasta el cáncer y las enfermedades autoinmunes. 

El objetivo no es culpar a los padres, a las generaciones anteriores o a las parejas, sino permitimos desechar creencias que se ha demostrado que son peligrosas para nuestra salud. 

El poder del pensamiento negativo requiere quitarse las gafas de color de rosa. La clave no es culpar a los demás, sino asumir la responsabilidad de cada uno en sus relaciones.

Las 7 pautas para la curación 

  1. La aceptación: Es sencillamente la voluntad de reconocer y aceptar las cosas tal y como son. Es la valentía de permitir que el pensamiento negativo informe a nuestro entendimiento, sin dejar que defina cómo afrontamos el futuro. La aceptación no requiere resignarse a que continúen las circunstancias que nos aquejan, pero sí nos obliga a afrontar nuestra situación actual de cara. Esto desafía nuestra creencia profundamente arraigada de que no somos lo suficientemente dignos o buenos para conseguir estar completos. La aceptación implica también una relación compasiva con uno mismo. Significa descartar la doble vara de medir que caracteriza nuestro trato con el mundo en demasiadas ocasiones. 
  2. Conciencia: Todos aquellos que busquen curarse o permanecer sanos, necesitan reclamar la capacidad perdida para reconocer la verdad emocional, que queda maravillosamente reflejada por el neurólogo. A los animales y a los humanos jóvenes se les da muy bien reconocer señales emocionales. Si perdemos esa capacidad al adquirir el lenguaje, es solo porque recibimos mensajes confusos de nuestro mundo inmediato. Las palabras que escuchamos nos dicen una cosa, pero los datos emocionales dicen algo distinto. Si ambos entran en conflicto, uno quedará reprimido. Del mismo modo, cuando los ojos de un niño divergen, el cerebro suprimirá las imágenes de un ojo para evitar la visión doble. A menos que se corrija, el ojo suprimido se volverá ciego. Reprimimos nuestra inteligencia emocional para evitar una guerra continuada con las personas cruciales en nuestras vidas, una guerra imposible de ganar. Así, perdemos competencia emocional incluso mientras ganamos inteligencia verbal. 
  3. Ira: “Yo nunca me enfado”, dice un personaje de Woody Allen. En vez de eso, desarrollo un tumor”. A lo largo de este libro hemos comprobado la verdad de ese divertido comentario en numerosos estudios de pacientes de cáncer. También hemos visto que la represión de la ira es un importante factor de riesgo para el desarrollo de la enfermedad, porque aumenta el estrés fisiológico del organismo. Además de que reprimir la ira predispone a desarrollar una enfermedad, se ha demostrado que expresarla promueve la curación o, como mínimo, prolonga la supervivencia. Las personas con cáncer que han sido capaces de mostrar ira hacia sus médicos, por ejemplo, han vivido más que sus homólogos más plácidos. En experimentos con animales, se ha comprobado que la expresión de ira resulta menos estresante fisiológicamente que su supresión. La expresión desenfrenada de ira no solo es dañina para los receptores u observadores, sino que también puede ser letal para el iracundo. Los estallidos de ira pueden ir seguidos de ataques al corazón. Por lo general, la hipertensión y las enfermedades coronarias son más probables entre personas que albergan hostilidad.
  4. Autonomía: La enfermedad no solo tiene una historia, sino que además cuenta una historia. Es la culminación de una vida de lucha por encontrar nuestro ser. Desde una simple óptica biológica, puede parecer que la supervivencia del organismo físico debería ser el objetivo último de la naturaleza. Sin embargo, el verdadero objetivo supremo de la naturaleza es la creación de una psique autónoma y autorregulada. La mente y el espíritu pueden sobrevivir a graves lesiones físicas, pero una y otra vez comprobamos que el cuerpo físico empieza a sucumbir cuando la integridad y libertad psíquicas se ven amenazadas.
  5. Apego: Es nuestra conexión con el mundo. En nuestras relaciones de apego más tempranas, adquirimos o perdemos la capacidad de permanecer abiertos, autónomos y sanos. En esos primeros lazos de apego, aprendimos a sentir ira o a temer y reprimirla. Fue entonces cuando desarrollamos nuestro sentido de autonomía o sufrimos su atrofia. La conexión también es vital para la curación. Un estudio tras otro concluyen que las personas sin contacto social -los solitarios- poseen un mayor riesgo de enfermar, mientras que aquellas que disfrutan de apoyo emocional genuino se enfrentan a mejores pronósticos, sea cual sea la enfermedad. A veces nos resulta más fácil sentir amargura o ira que permitimos experimentar el fuerte anhelo de un contacto que, al ser insatisfecho, fue la causa original de nuestra ira. Debajo de toda nuestra ira yace una necesidad profundamente frustrada de contacto íntimo. La curación requiere y a la vez implica recuperar la vulnerabilidad que nos llevó a desconectarnos emocionalmente. Ya no somos niños impotentes y dependientes; no debemos temer ya la vulnerabilidad emocional. Podemos permitirnos honrar la necesidad humana universalmente recíproca de conexión y desafiar una creencia arraigada que agobia a tantas personas con enfermedades crónicas: que no merecemos cariño. Buscar conexiones es necesario para la curación.
  6. Aseveración: Más allá de la aceptación y la conciencia, más allá de la experiencia de la ira y el desarrollo de la autonomía, junto con la celebración de nuestra capacidad de apego y la búsqueda consciente de contacto viene la aseveración: es la declaración ante el mundo y ante nosotros mismos de que somos y de que somos quienes somos. La aseveración en el sentido de autodeclaración es algo más profundo que la autonomía para actuar. Es la proclama de nuestro ser, una valoración positiva de nosotros mismos al margen de nuestra historia, personalidad, habilidades o las percepciones que el mundo tiene de nosotros. La aseveración desafía la creencia profunda de que debemos justificar de algún modo nuestra existencia. No requiere actuar ni reaccionar. Se trata de ser, independientemente de la acción. De este modo, la aseveración puede ser lo opuesto de la acción, no solo en el sentido estricto de negarse a hacer algo que no queremos llevar a cabo, sino deshaciéndose de la propia necesidad de actuar.
  7. Afirmación: Cuando fumamos, hacemos una declaración positiva; nos dirigimos hacia algo valioso. Existen dos valores básicos que pueden ayudarnos a curar y permanecer enteros, si los respetamos. El primer valor es nuestro ser creativo. Todos tenemos la necesidad de crear, y puede expresarse a través de muchos canales: la escritura, el arte o la música, la inventiva en el trabajo u otras muchas maneras que nos son únicas, ya sea la cocina, la jardinería o el arte de la oratoria. Lo importante es satisfacer la necesidad. La segunda gran afirmación tiene que ver con el propio universo, nuestra conexión con todo lo que es. La asunción de que estamos aislados, solos y sin contacto es tóxica, pero -no importa lo cruel y repetidamente que la vida nos haya mostrado esa sombra oscura- no es más que una amarga ilusión. Forma parte de la biología patológica de la creencia.

Notas finales

Comprender y sanar no concluye con la última página de un libro; es un proceso continuo en la vida de cada individuo. Más allá de estas páginas, se invita al lector a seguir explorando, cuestionando y aplicando estas enseñanzas en su cotidianidad. Que este libro sea solo el comienzo de un viaje hacia una mayor comprensión de sí mismo y hacia una salud más integral y vibrante.

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¿Quién escribió el libro?

Es un médico y autor canadiense conocido por su enfoque holístico de la medicina, que integra la comprensión de las conexiones entre la mente, el cuerpo y el entorno social. Es especialista en salud mental y adicciones, y ha escrito v... (Lea mas)

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